PASOS HACIA UN DICCIONARIO LATINOAMERICANO EN ANALISIS LÍTICO
Giovanna M. Winchkler
(Trabajo presentado en el XII Congreso Nacional de Arqueología Argentina. La Plata, 22 al 26 de setiembre, 1997)
INTRODUCCIÓN
El lenguaje permite identificar determinados aspectos y relaciones que constituyen al objeto de conocimiento. Cuando se trata de disciplinas científicas, esto es particularmente importante, en cuanto el lenguaje sirve de apoyo a la terminología que cada una desarrolla, con características diferenciales respecto del uso de los términos en el lenguaje corriente. Por terminología entiendo aquí el conjunto de términos de una determinada área de especialidad. Cada ciencia organiza los conceptos utilizando términos que en sus relaciones, en su uso, adquieren significados específicos que los distancian del lenguaje cotidiano y de las otras terminologías científicas. Así, el caso concreto del área que he elegido, el del análisis lítico, ofrece la posibilidad de estudiar la configuración de su objeto a partir de los textos que contienen los términos en determinadas relaciones entre sí. Dado que el castellano es dominio común en todos los trabajos del área latinoamericana que he seleccionado, esto permite intuir que puede haber diferencias e incluso contradicciones en el uso de la terminología. Lo cual puede extenderse también a los distintos autores y las posiciones teóricas en que se apoyan los trabajos seleccionados.
Se suele decir que en la medida en que tiende a semejarse a los lenguajes formales, el lenguaje de las ciencias no formalizadas se caracteriza por una tendencia a la monosemia, a la ausencia de connotaciones afectivas o sociales, al mantenimiento de definiciones fijas y relativamente permanentes, así como independientes de los contextos de comunicación (en un sentido pragmático; no en cuanto enunciados) y a la racionalidad (en el sentido de estructurar sus conceptos en un ensamblaje relativamente sistemático) (Schaetzen, 1992:26). Constituye un desafío la tarea de investigar el lenguaje del análisis lítico, en cuanto al cumplimiento de determinadas de estas características.
Un diccionario, en una acepción muy general, es un producto metalingüístico que registra un conjunto seleccionado de palabras o de otras unidades de la lengua y las ilustra con una serie de informaciones. La temática del diccionario está hoy día muy vigente, en especial la del diccionario de uso, en cuanto el respeto a la productividad más que a la normatividad, si bien en el caso de las ciencias, la balanza se inclina más hacia lo normativo. La construcción de diccionarios es una tarea común en la actualidad, no sólo la de los diccionarios de la lengua, sino, en particular, la de los diccionarios especializados, en la que concurre la terminología, como ciencia interdisciplinaria junto con el ámbito científico que lo produce. La terminología, en cuanto ciencia, puede ser considerada tanto desde la perspectiva de la lingüística como desde la perspectiva de las demás disciplinas que la constituyen; en su práctica se produce esa confluencia interdisciplinaria (Cabré, 1993:82-83). En este plano el diccionario que estoy realizando encuentra su mejor caracterización.
No conozco diccionarios en análisis lítico originados en las áreas que estudio, más allá de aquellos glosarios, vocabularios y conjuntos de definiciones que he seleccionado para formar el corpus, y algunos de los cuales se encuentran representados en esta comunicación.
METODOLOGÏA
En cuanto diccionario de uso, la propuesta constructivista de Foucault (1969) subyace en el aspecto teórico de su elaboración; según ella, el objeto del análisis lítico se construye en los textos, en lo efectivamente dicho en ellos y no desde afuera, desde elementos externos al discurso. Así, el criterio respecto de la selección de los términos es el de su presencia en al menos un texto del corpus. La significación se construye o recupera al estudiar las relaciones entre los términos tal como vienen siendo dichos en los enunciados que el análisis primero identifica, mediante criterios explícitos, y luego relaciona, buscando organizar esquemas y redes intertextuales. "Enunciado" está tomado en el sentido de Foucault, como una expresión que es función de otra cosa; cada enunciado es una propuesta diferencial respecto de otro posible enunciado que lo formule de otra manera. A los fines del diccionario, interesa estudiar la relación intertextual que vincula la presencia de cada enunciado con su presencia en otros lugares de un mismo texto o en los otros textos, para observar constancias y variaciones en el significado que adquiere el término contenido en él y analizar los conceptos que permite elaborar.
Otra utilidad de los enunciados es que permiten establecer las diversas calidades de discurso que construye el conocimiento arqueológico; tienen eficacia muy distinta y permiten recuperar la confluencia de discursos arqueológicos diferentes en un mismo texto. Por ejemplo, cuando se habla en ellos de geología, geomorfología, historia y otras disciplinas auxiliares; cuando pueden separarse los enunciados que se refieren a los distintos aspectos de las operaciones de descripción de los objetos: la observación, la organización de las fichas descriptivas, las relaciones entre las palabras y los aspectos que permiten inferir acciones tecnológicas, de uso, etc. (Winchkler:1997).
Los textos se segmentan en unidades textuales constituídas por los enunciados (que comprenden definiciones explícitas de los autores y definiciones contextuales, que recuperan el uso de términos no definidos explícitamente por ellos) que se tipean, o se extraen mediante un simple procesador de texto de los trabajos scaneados. Las búsquedas se realizan mediante una base de datos (como el DBase5) o una aplicación más adecuada, como el Nud-ist, que permite elaborar esquemas o árboles a partir del resultado de las búsquedas. El diccionario contiene una definición de cada término en estudio. Al respecto, Cabré (1993: 208) cita dos normas de la Organización Internacional de Normalización (ISO) en las que se fija el concepto de definición. ISO 704 (1987): "definición: descripción completa, normalmente a través del lenguaje, de una noción que utiliza otras nociones ya conocidas"; ISO 1087 (1990): "definición: enunciado que describe una noción y que, dentro de un sistema nocional, permite diferenciarla de otras nociones".
El corpus correspondiente a esta comunicación, que está listado al final de la ponencia, consiste en los trabajos, que han sido editados en Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, México y Cuba (o son inéditos, pero proceden de alguno de esos países), de diez arqueólogos y de una convención. Son textos muy diversos en sus objetivos y en las clases de enunciados que en ellos predominan; esta diversidad me llevó a modificar en diversas oportunidades los criterios para su registro. Como ocurre con los diccionarios permanentes, generalmente vinculados, como aquí, con el registro del uso, el corpus es abierto y está constantemente renovándose con nuevos textos y enunciados procedentes de ellos. El corpus de esta ponencia es heterogéneo, ya que a una mayoría de textos seleccionados en su momento para el diccionario a partir del criterio de su presencia en las referencias bibliográficas vinculadas a la descripción de los objetos líticos en trabajos actuales, se añaden otros (los de López, informes producidos a partir de trabajos de salvataje y de Jaimes, una tesis de Licenciatura).
Voy a desarrollar a continuación, para cada uno de los siguientes términos: artefacto, herramienta, implemento, instrumento, utensilio, útil, un breve análisis de los conceptos que permiten organizar los enunciados (los cuales incluyen en algunos casos definiciones explícitas), así como algunos comentarios a modo de conclusiones, referidos tanto a los resultados de ese análisis, como a otros aspectos que surgen a partir de la investigación.
Pero antes, digamos que estos seis términos se utilizan tanto en el lenguaje corriente como en el análisis lítico. En el lenguaje corriente los usamos sin necesidad de definiciones precisas, siendo suficiente para nuestra comunicación la idea general de que artefacto se relaciona con aquello que producimos y los otros cinco términos, en cambio, se vinculan más bien con aquello que usamos. Ahora bien, en cuanto terminología, el análisis lítico los utiliza con significados quizá diferentes, que se pueden recuperar, aunque nunca se los hubiese definido explícitamente, a partir del uso que ha realizado de ellos en los textos de la especialidad.
He organizado los enunciados en los que aparece el término artefacto en cuatro párrafos, que representan los distintos conceptos, desde el más amplio y abarcador, hasta el más estricto, que pueden elaborarse con ellos. Según el más amplio, prácticamente todo objeto lítico, en cuanto manipulado por el hombre, ya sea modificándolo física o espacialmente o usándolo (pero no es necesario el uso), es artefacto. La definición explícita de Armand, que vemos en el listado de definiciones, muestra el extremo más amplio de esta posición. El modo de organizar los conceptos vinculados al estudio de los objetos líticos, parte, en el texto de Armand, de su definición de artefacto como aquel concepto más amplio y abarcador que comprende todas las clases de elementos líticos que estudia y en la subdivisión de este concepto según la función del artefacto se relacione con el trabajo de fabricación y mantenimiento de los objetos líticos en general, o se vincule con el uso de las herramientas o implementos de trabajo fabricados en ese ámbito, en otro ámbito distinto: el de su aplicación a la manufactura y consumo de otros materiales.
En el concepto amplio de artefacto se puede ubicar también el texto de la Convención de Córdoba, que menciona (en definiciones contextuales) al artefacto como algo que puede ser no-utilizable (se refiere a desechos de talla). Otros autores incluidos en esta concepción no lo están porque hayan definido explícitamente artefacto con esa amplitud, sino porque, en sus enunciados diversos a lo largo del texto, han usado el término de esa manera.
El segundo concepto relacionado con artefacto es el de Austral, que, respecto de los anteriores, establece la utilización como necesaria, además de la modificación, con lo cual excluye los desechos.
Dentro del tercer grupo, la definición explícita de Febles es un poco menos amplia, ya que el artefacto no sólo es manufacturado, sino que está destinado a cumplir una finalidad. En sus definiciones contextuales, dice que artefacto es un elemento que interviene en la labor de la producción lítica, además de su uso como herramienta (y menciona las funciones específicas de corte, raspado, perforación, etc.). O sea, que el artefacto es objeto que puede manufacturarse tanto para su uso en el trabajo de la piedra, como su uso en relación con otras materias primas. He incluido aquí a Bate, que no define artefacto, sino solamente usa el término en relación con otros términos, de manera similar a Febles.
Por último, la definición de Jaimes, a diferencia de las anteriores, considera artefacto sólo a aquel elemento que se utiliza para preparar y consumir materias primas diferentes de la piedra.
Herramienta es artefacto (Armand, Febles) o es instrumento (Primera Convención de Córdoba) que está destinada a usarse como implemento de trabajo o en funciones específicas (Armand, Febles) o para fabricar artefactos (Primera Convención de Córdoba).
Son muy pocos los enunciados, aparte de las definiciones explícitas, que se refieren a las herramientas. En los que tratan de su fabricación, hay una posible sinonimia con alguno de los conceptos de artefacto; en el caso del enunciado de Armand, puede ser similar al uso de instrumento por otros autores en definiciones contextuales (por ejemplo, López), en cuanto elemento finamente terminado.
Punta-herramienta de Aschero, podrá considerarse a los fines de la organización del diccionario, como una entrada independiente, lo mismo que punta-arma y punta de proyectil, de uso más generalizado, lo que podría ser también el caso de herramienta para astillar, ya que en ningún enunciado usa Bate herramienta sólo, y su uso de herramienta para astillar es muy específico. Herramienta manual simple está usado en Aschero de manera semejante a punta-herramienta.
Implemento se relaciona (y sólo en definiciones contextuales) con la utilización, con la aplicación a un trabajo. En Orquera y Piana un sólo enunciado usa el término y lo relaciona con los deterioros que pueda producir la utilización del implemento (enunciado 12.045). En cuanto a Armand, dice por una parte (enunciado 16.017) que "artefacto incluye no sólo las herramientas propiamente dichas, es decir: a los implementos de trabajo...". Como este es el único enunciado en que habla de herramientas propiamente dichas, se puede consider que es el mismo sentido de implemento de trabajo. Pero esa definición de Armand sigue: "...sino también a los objetos de piedra relacionados con la fabricación de las herramientas..." (a los que enumera como "núcleos, yunques, lascas no trabajadas, desperdicios, etc."). Es decir, que implemento de trabajo es algo diferente de "objeto de piedra relacionado con la fabricación de las herramientas"; la diferencia puede relacionarse con la que hay entre las definiciones de artefacto e instrumento en Jaimes. "Herramienta propiamente dicha", en cuanto objeto que trabaja fuera del ciclo de la fabricación de objetos líticos, puede considerarse similar a la definición de "artefacto" de Jaimes. Por otro lado, Armand utiliza el término implemento para definir herramienta como "tipo especial de artefacto destinado a ser usado como implemento de trabajo o ayuda", es decir, que, en realidad, su herramienta y su herramienta propiamente dicha son la misma cosa. O sea, que el concepto de artefacto en Armand incluye el de herramienta, que es el mismo de implemento de trabajo, no definido por él (pero que comprende todos los objetos usados fuera del contexto de la fabricación de las herramientas) y el de "objeto de piedra relacionado con la fabricación de las herramientas" (núcleos, yunques, lascas no trabajadas, desperdicios, etc.). Armand no utiliza los términos instrumento y utensilio. En cuanto a útil, no lo define y usa el término en un único enunciado (16.153); como elemento retocado; puede considerarse sinónimo de herramienta.
Hay un uso distinto de instrumento respecto de artefacto. Por un lado, instrumento aparece relacionado menos con procesos de obtención, formas-base, soportes, materia prima y acciones relacionadas (talla, retalla, desbaste, etc.), que con estados, cualidades, o partes del objeto, que se describen (cuando se trata de la descripción de los objetos concretos) o que se plantean como necesarios o útiles para la descripción (en el caso de los textos que elaboran tipologías o describen conceptos o definen términos). Por otro lado, y especialmente en las definiciones explícitas, se relaciona con el uso o propósito para el que se lo fabrica. En general, artefacto es aquello que demuestra la intervención humana, ya sea en su producción o en su uso o en ambos, mientras que instrumento es aquello que "realiza un trabajo", "demuestra huellas de utilización o probabilidad de uso", "interviene en el proceso de producción", "es empleado como...", "es utilizado en el proceso de...".
La Primera Convención de Córdoba emplea el término instrumento para definir otros términos (herramienta, percutor, retocador, yunque, buril, arma, raspador, etc.) en una cantidad de enunciados según los cuales el instrumento se utiliza para realizar un trabajo (por ejemplo, fabricar artefactos, golpear, retocar, producir incisiones, aplicar una fuerza, raspar, etc.).
Algunos textos se preocupan por separar explícitamente los desechos de talla, como elementos que no pueden considerarse instrumentos, ya que no tienen potencialidad para el uso (Aschero, Jaimes, López). El resto de los autores no se refiere a los desechos y a los instrumentos en un mismo enunciado. Se mencionan las fracturas; también el cuidado en la terminación.
Instrumento aparece vinculado a cinco conceptos: en el primero, se relaciona necesariamente con el uso, pero no necesariamente con modificaciones previas a él (Austral, Aschero, Bate, Jaimes, López, Primera Convención de Córdoba); en el segundo, se excluye explícitamente la posibilidad de su modificación previa al empleo (Febles); en el tercero, se emplea como intermediario, posiblemente en relación con la preparación y consumo de otras materias primas (en el sentido en que Jaimes usa artefacto) (Febles, López, Primera Convención de Córdoba); en el cuarto, se utiliza en el proceso de fabricación de artefactos (Jaimes); en el quinto, si está utilizado es una clase de artefacto (López). He agrupado los enunciados, siguiendo la idea de comenzar con el concepto más amplio.
Según la definición de López, artefacto es un objeto lítico trabajado o usado. Si el utensilio es artefacto, como dice en su definición, el utensilio es trabajado o usado; también en cuanto "lítico tallado", puede ser artefacto. No serían utensilios los objetos líticos pulidos o los que sólo estén retocados o utilizados, sin haberse obtenido por talla. Utensilio tiene una definición tecnológica coherente con la clasificación de este autor.
El texto de Orquera y Piana dice que los artefactos pueden o no ser utensilios; en realidad, no habla de utensilios sino de artefactos; utiliza el término utensilio para hablar de artefacto y no realiza definiciones explícitas, pero puede considerarse que acepta la definición que de artefacto da la Primera Convención de Córdoba. En cuanto a utensilio, en las Primeras Jornadas de Tecnología y Tipología Líticas (pág. 18), Orquera propone la sinonimia de utensilio, instrumento y herramienta, como "artefactos líticos que han sido preparados mediante retoque para cumplir una función determinada o (...) utilizados en función de sus filos naturalmente filosos". En los otros enunciados, el texto de Orquera y Piana dice que los utensilios pueden ser cortantes, raspantes, punzantes, machacantes, que pueden tener talón, eliminado o no y que tienen esquirlamientos por uso; esta descripción no contradice la definición citada y ubica los utensilios en el ámbito que otros textos llaman "de manufactura o consumo"; por ejemplo, el concepto de artefacto de Jaimes, o la herramienta o implemento de Armand. En cambio, el enunciado según el cual no son utensilios los núcleos, los desperdicios y las lascas no utilizables, de López, es contradictorio con su propia definición explícita, ya que los núcleos, desperdicios y lascas, son líticos tallados.
Hay dos conceptos diferentes vinculados a útil: el más amplio (objeto lítico utilizado por el hombre; Primera Convención de Córdoba) y el más restringido (instrumento que no tiene modificación previa a su empleo; de la definición de instrumento que da Austral en su trabajo más reciente). Ya mencioné que instrumento, según la definición de Austral, comprende artefacto (que tiene modificación previa a su empleo) y útil; el instrumento puede ser ciertamente o posiblemente utilizado, o no utilizado. Esto último es contradictorio con su definición de instrumento y de ser aplicable a útil, significaría que no tiene modificación ni utilización, es decir, que podría incluir los desechos como instrumentos y como útiles (el concepto de modificación tampoco es el mismo en todos los textos: para Armand modificado puede equivaler tanto a creado como a usado, a diferencia de otros autores, como Bate, para quien modificación se relaciona con la preparación de bordes y caras de un objeto lítico a los fines de prepararlo para una función. Otro tanto pasa con utilización, que en los enunciados estudiados para esta comunicación se tiende a usar en el sentido en que Jaimes habla de "manufactura y consumo de otras materias primas", o bien, vinculado a la intencionalidad, pero también aparece mencionado en algunos otros enunciados del corpus como cualquier acción de manipulación de los objetos líticos, por ejemplo, para el "trabajo de la piedra". En las Primeras Jornadas de Tipología, Orquera habla de "rastros no intencionales de utilización"). La Primera Convención de Córdoba excluye explícitamente los desechos del concepto de útil.
En cuanto a los enunciados donde el término meramente se usa, pero no se define, dice Armand que el útil está modificado, o al menos puede estarlo, además de usado, en coherencia posible con la definición amplia; también pueden serlo la de Jaimes y la de López, que relaciona el útil con los elementos de las tipologías; no así la de este autor referida a la bifacialidad, si la misma es considerada modificación por elaboración secundaria. La definición de Austral en La Talla... no es compatible con su definición en su trabajo más reciente. Según López, los útiles pueden ser usados, lo cual quiere decir que pueden no serlo y esto no es coherente con ninguna de las definiciones explícitas.
CONCLUSIONES
El gráfico 1 muestra las relaciones entre los términos presentados aquí.
Para hablar de sinonimia, en el uso de algunos de los términos en estudio vistos aquí (que es uno de los temas que pueden contribuir a estudiar las diferencias regionales), necesitaríamos conocer el significado de los términos que estos textos utilizan para definir el que estamos estudiando. Por ejemplo, en el caso de artefacto, podría haber sinonimia en el uso en Armand y López (artefacto es cualquier objeto creado (trabajado) o usado) en sus definiciones explícitas, pero no en el uso que hacen luego del término en otros enunciados, donde López lo relaciona con los elementos de las tipologías, de las que Armand lo excluye. Entre las definiciones de artefacto de Austral y Febles podría haber sinonimia, dependiendo de lo que Febles entienda por manufactura y Austral por modificación: ¿significan lo mismo estos dos términos? (para Febles, herramienta es artefacto con elaboración secundaria; artefacto, en cambio, es artefacto tallado; manufactura difiere de modificación si por ésta Austral entiende la llamada "elaboración secundaria", o sea, por ejemplo, retoque). La definición de la Convención de Córdoba, al incluir los desechos, no es compatible con las mencionadas; la de Jaimes se distancia por su restricción al ámbito del consumo. Un repaso similar a los otros cinco términos permite establecer relaciones bastante complejas entre ellos; cuyo comentario sería demasiado extenso para esta comunicación. El resultado del mismo muestra que las diferencias entre los distintos textos no son más grandes, en algunos casos, de las que separan los enunciados de un mismo autor. Se puede hablar de tendencias en el uso de los términos; difícilmente de definiciones fijas o de monosemia.
En cuanto a posibles diferencias regionales o diferencias que pueden relacionarse con las posiciones teóricas de los distintos autores (ya sea de un país determinado, o en lo que puedan mostrar los distintos textos sobre el desarrollo de la disciplina en cada país), hemos visto que no hay un uso homogéneo de los términos estudiados, pero tampoco parece haber, al menos en estos seis términos y a partir de qué términos se usan en sus definiciones, una diversidad que pueda atribuirse a factores regionales en el uso de la terminología. Sin embargo, con sólo ellos sería prematuro hablar de diferencias regionales en el uso; puede verse, en cambio la adscripción de determinados autores a determinados usos. En algunos textos aparecen contradicciones o diferencias internas, ya que el uso contextual hace que no esté siempre presente con toda claridad la definición o el concepto que el autor está manejando y a veces se desliza hacia distintos matices. Surgen a veces también contradicciones o diferencias entre distintos autores, que podrían reconducirse a las distintas posiciones teóricas que están representadas. La acumulación de información y por lo tanto, de estos matices, permitirá ir viendo en qué medida qué usos configuran o no, una actitud intelectual o cognitiva dentro de la arqueología. También es posible que el resultado del análisis muestre que son mayores las coincidencias que las discrepancias regionales y muy poco influyentes las teóricas. Pero por ahora, no creo que la palabra más conveniente sea diversidad, sino más bien, la poca atención a la precisión terminológica o a que el propio autor, en el resto de su trabajo, deja de ser consecuente con las definiciones que él mismo propone. Hay que considerar también, que los seis términos elegidos son los más generales dentro del denso paquete de la terminología del análisis lítico; son términos que se relacionan a conceptos abstractos que no señalan directamente hacia objetos del mundo o especímenes sino hacia conjuntos de propiedades o tipos; su especificación puede ser más compleja que la de, por ejemplo lascado o negativo de retoque.
Por otro lado, se puede hablar de distintas clases de enunciados en cuanto a si definen los términos o describen rasgos o cualidades de aquello de lo que hablan y es posible diferenciar los textos según predominen en ellos una u otras clases de enunciados. Sólo a modo de ejemplo de un tema que desarrollo en otro trabajo (Winchkler, 1996): ninguno de los seis términos se encuentra explícitamente definido en Aschero, Bate, García Cook, Mena y Ocampo, Orquera y Piana, a pesar de que todos ellos usan al menos uno. El Cuadro 1 muestra esta distribución. La Primera Convención de Córdoba utiliza cinco de estos términos, a todos los cuales define. En algunos textos el objetivo es la explicitación de los criterios descriptivos de las piezas, la presentación de rasgos o atributos o variables y sus cualidades o estados; el lenguaje es una herramienta que se usa con significados que se consideran dados (o tomados de otros autores, como puede verse en Orquera y Piana, al pie de cada clasificación). Bate y García Cook definen un pequeñísimo porcentaje de los términos que usan y los que eligieron para ello son los que se relacionan con sus tipologías. Distinto es el caso de Armand, Febles y, lejos, la Primera Convención de Córdoba, cuyos objetivos (en esta última, explícitos), son definir los términos.
Y por fin, como en toda síntesis, hay como una incompletitud, un empobrecimiento respecto de lo que uno sabe que se ha dicho o conoce, sobre cada uno de los distintos términos tratados. No me refiero al problema de los supuestos e implícitos, que llevaron a reescribir cantidad de enunciados a causa del uso de paréntesis, títulos, subtítulos y remisiones, que es necesario desplegar para poder recuperar el sentido de lo que se dice y que en algunos casos, constituyen relaciones no tan claras. Por ejemplo, el caso en que se define artefacto como producto de la acción humana en un enunciado y, en otro, se dice que en el sitio se hallaron otros artefactos, los cuales se enumeran entre paréntesis e incluyen cantos rodados y guijarritos. La imprecisión de los textos es entonces otra de las fuentes de incompletitud porque hay situaciones que no tienen solución.
Me refiero más bien a lo que aparece como un límite en esta tarea: todo aquello que, en cada momento de comunicación, como en éste, se muestra como una carencia, está en otros textos que no forman parte del presente corpus, en nuestro bagaje personal de conocimientos en cuanto arqueólogos, que no estoy utilizando en esta oportunidad para extender la información, sino sólo para interpretar con coherencia lo que dicen los enunciados; está en esa especie de información no escrita, estructura conceptual (Jackendoff: 1989: 121ss) compartida o, si se quiere, utilizando la metáfora de Foucault (1969: 103ss), archivo de conocimientos arqueológicos en nuestras mentes, que tampoco estoy utilizando. Parte de ello puede estar en las tesis que se conocen pero que nunca se publicaron ni usaron, en fichas o apuntes de cátedra aprendidos por todos, que tampoco se publicaron, en conclusiones de congresos que se publicaron con restricciones de espacio o que nunca se publicaron, en aquellos trabajos inéditos que todos hemos usado e ido modificando a lo largo de años, sin que estas modificaciones quedaran organizadas en algún texto -o en sucesivos textos- al que pueda acudirse públicamente, etc. En esta comunicación, dado que da cuenta de cómo estoy elaborando el diccionario y tiende a captar el uso efectivo de la terminología aplicada al estudio de los objetos líticos, sólo aparece aquello que he podido registrar en los textos del corpus, mediante determinados procedimientos y criterios vinculados al análisis del discurso. Por eso es un trabajo abierto a la recepción de la información que pueda provenir de la expansión del corpus. Este límite, en resumidas cuentas, se relaciona con el discurso, con la secuencial materialidad de los enunciados que ofrece todo texto escrito, con las relaciones concretas entre los términos del enunciado.
BIBLIOGRAFÍA
Cabré, M. Teresa, 1993 La terminología. Teoría, metodología, aplicaciones. Barcelona: Editorial Antártida/Empúries.
Foucault, Michel, 1969 L’archéologie du savoir. Paris: Gallimard.
Jackendoff, Ray, 1989 Consciousness and the computational mind. Cambridge, Massachusetts/London, England: Massachusetts Institute of Technology.
Primeras Jornadas de Tecnología y Tipología Líticas, 1981. Buenos Aires, 24, 25 y 26 de octubre de 1980. Centro de Investigaciones Antropológicas.
Schaetzen, C. de, 1992 "La barrière du vocabulaire en première candidature des sciences", en La banque des mots, 43: 15-50.
Winchkler, Giovanna, 1996 "Diversidad regional latinoamericana en la terminología del análisis lítico en arqueología". V Simposio de la Red Iberoamericana de Terminología (RITerm), Ciudad de México, 3 al 8 de noviembre, en prensa.
Winchkler, Giovanna, 1997 "La arqueología como metasemiótica". VI Congreso Internacional de la Asociación Internacional de Estudios Semióticos (IASS). Guadalajara, México, 14 al 18 de julio de 1997, en prensa.